Bienvenido a Silberland, donde las calles están pavimentadas con luces estroboscópicas. Hogar de luces de neón, líneas rectas y carreteras abiertas, esta fantasía futurista se fundó a mediados de los setenta, cuando la clase creativa alemana optó por la terapia musical para dar rienda suelta a su alucinación común de una nueva Europa. Impulsado por la fusión catalizadora de la globalización y las nuevas tecnologías, el mundo giraba cada vez más rápido y la generación kosmische estaba dispuesta a seguir el ritmo. Con sintetizadores, ordenadores rítmicos y metrónomos humanos al galope, estos innovadores de la electrónica imprimieron a la modernidad un ritmo motorik, y el segundo viaje de Bureau B a Silberland va directo a la esencia del género.